Ficha técnica e introducción
Nada más nacer en Múnich en 1942, Werner Herzog, director de “Aguirre, la cólera de Dios”, fue trasladado a las vírgenes montañas de Baviera, donde asentaría su infancia, abandonando la civilización, la tecnología y especialmente, la guerra.
Su contacto con la naturaleza perduró tanto, que hasta los 12 años no conoció la existencia del cine. A los 17 años dio una zancada al mundo moderno al realizar su primera llamada telefónica. En esa prematura edad ya escogió su camino: quería dirigir cine. Muy poco después, tras estudiar teatro, historia y literatura y después de trabajar en innumerables oficios para alcanzar su propósito, forjó su propia productora, la “Herzogfilmprudktionen”.
A raíz de esta, Herzog comenzaría a rodar sus primeros cortos, experiencias que le servirían de ensayo para poder arrancar en el cine, ya que Herzog era autodidacta y nunca trabajó a servicio de otros directores ni como asistente. Decidido, “Señales de vida” fue su ópera prima, en el 68, con tan solo 26 años. Aún siendo su primer contacto con largos, la obra despertó interés y ganó el Premio de Cine Alemán.
Ya nada iba a detener a Herzog. Desde entonces ha trabajado sin respiro, tanto en cine, documentales, direcciones de ópera, interpretación y redacción de guiones.
Para entender su obra, y especialmente, “Aguirre, la cólera de Dios”, es inevitable hacer referencia a su enraizada conexión con la salvaje naturaleza, acto llevado a la realidad en “Aguirre, la cólera de Dios” o con “Fitzcarraldo”, donde vemos el insensato y soñador hombre que intenta luchar contra la indomable naturaleza.
Esta naturaleza, bajo la contemplación de Herzog, nos hace retroceder con su poder y nos ensombrece ya que no podemos luchar contra ella. Pero esta biósfera no se exhibe de erotismo ni belleza, sino de obscenidad e infamia, donde la fornicación, la estrangulación y la asfixia giran torno a ella y la cargan de sufrimiento. El sufrimiento de la supervivencia, donde los árboles sufren y los pájaros no cantan, chillan de dolor. Nuestro sufrimiento.
Aún así, al observar con lupa, la harmonía es patente y persiste. El asesinato colectivo y aplastante se convierte en un proceso ensamblado. Con estas fuertes palabras, Herzog manifiesta su amor más animal. La admiración que siente por la naturaleza es absoluta, admiración que siente en rivalidad de su criterio más racional.
-La naturaleza de Herzog-
En cuanto a premios, Herzog nunca ha parecido enzarzarse en la fama y la farándula cineasta, su poesía cinematográfica ha preferido apartarse de esos medios. Él mismo, felicitando Klaus Kinski, protagonista de “Aguirre, la cólera de Dios” y actor crucial en la carrera del director, citó textualmente:
“Nunca te hará falta un premio, un premio te compromete y te hace barato, te baja al nivel de esos medios y todo ese circo” En otra ocasión, hablando sobre el plano que arranca el film de “Aguirre, la cólera de Dios”, dijo: “Yo no quería un primer plano del Machu Pichu y su grandeza, así lo habría hecho Hollywood con ese paisaje, un fondo muy bonito para explotar la imagen, producto para postales o revistas. Yo deseaba un paisaje con características casi humanas.”
No obstante, las perlas siempre salen a flote y relucen, estén más o menos escondidas. Sus obras han ganado y han estado seleccionadas para varios premios. “Fitzcarraldo” se llevó el premio al mejor director en el Festival de Cannes de 1982. El Documental “Grizzly Man” ganó un premio en el festival de cine de Sundance en 2005 y muchas de sus películas, incluida “Aguirre, la cólera de Dios”, han sido reconocidas internacionalmente y consideradas obras maestras.
Su filmografía es bastante densa, pero sus trabajos más conocidos son: Aguirre, la cólera de Dios (1973), Nosferatu, fantasma de la noche (1979), Woyzeck (1978), Fitzcarraldo (1982), Cobra Verde (1988), Grizzly Man (2005), Rescue dawn (2007).
Sobre Klaus Kinski, actor que encarga al protagonista de “Aguirre, la cólera de Dios”, cabe anotar que ha sido uno de los más grandes y sorprendentes actores de Alemania del último siglo. Los lazos, o más bien, las espinas que quedaron clavadas entre él y Herzog, le arrastraron a ser reconocido en toda Europa.
Debutó en el cine en 1948, en el film Morituri y actuó en un gran número de películas, casi todas ellas de una pésima categoría, cosa que parecía hasta regocijarle, retozando en su propio fango. Llegó a decir: "Soy una prostituta. Hago esta basura por el dinero, nada más."
Sin embargo, hizo distintas apariciones donde demostró su asombrosa capacidad interpretativa, entre ellas, el famoso pentágono Herzog-Kinski: “Nosferatu, el vampiro”, “Aguirre, la cólera de Dios”, “Woyzeck”, “Fitzcarraldo” y “Cobra verde”.
El nombre de Klaus Kinski solía revolcarse con toda una serie adjetivos que salpicaban entorno a la insolencia, histeria, rabia, arrogancia, trastorno, soberbia y una lista cuyo fin no podría verse sobre papel. Sus interminables y llamativos ataques de rabia le hacían perder la razón y desatar a un Kinski azotador de mortales. El intenso y diabólico nervio del actor era indómito, hecho esencial en la relación que Herzog y Kinski mantuvieron. La rabiosa guerra que coexistía entre ellos estaba siempre al límite de lo posible, degenerando hasta tal punto, que una vez planearon matarse mutuamente.
-Furia de Kinski-
Aún así, el director confesó que se necesitaban mutuamente, eran complementarios e inseparables. Herzog era el único capaz de controlar su inflamable carácter y además, en beneficio propio. En ocasiones, Herzog le provocaba adrede para que berreara durante una hora y media, hasta que Kinski soltaba espuma blanca por la boca como una fuente de gaseosa humana y se le hincharan los ojos de ira.
En esos momentos, el director lo usaba para muchas escenas de “Aguirre, cólera de Dios” e ilustrar su perturbadora locura, no lucida por un rimbombante y rabioso traidor de la corona como Kinski proponía, sino por un Aguirre de tonos suaves y peligrosos, una ira calmada pero oscura y letal, una cólera de Dios.
Nada más nacer en Múnich en 1942, Werner Herzog, director de “Aguirre, la cólera de Dios”, fue trasladado a las vírgenes montañas de Baviera, donde asentaría su infancia, abandonando la civilización, la tecnología y especialmente, la guerra.
Su contacto con la naturaleza perduró tanto, que hasta los 12 años no conoció la existencia del cine. A los 17 años dio una zancada al mundo moderno al realizar su primera llamada telefónica. En esa prematura edad ya escogió su camino: quería dirigir cine. Muy poco después, tras estudiar teatro, historia y literatura y después de trabajar en innumerables oficios para alcanzar su propósito, forjó su propia productora, la “Herzogfilmprudktionen”.
A raíz de esta, Herzog comenzaría a rodar sus primeros cortos, experiencias que le servirían de ensayo para poder arrancar en el cine, ya que Herzog era autodidacta y nunca trabajó a servicio de otros directores ni como asistente. Decidido, “Señales de vida” fue su ópera prima, en el 68, con tan solo 26 años. Aún siendo su primer contacto con largos, la obra despertó interés y ganó el Premio de Cine Alemán.
Ya nada iba a detener a Herzog. Desde entonces ha trabajado sin respiro, tanto en cine, documentales, direcciones de ópera, interpretación y redacción de guiones.
Para entender su obra, y especialmente, “Aguirre, la cólera de Dios”, es inevitable hacer referencia a su enraizada conexión con la salvaje naturaleza, acto llevado a la realidad en “Aguirre, la cólera de Dios” o con “Fitzcarraldo”, donde vemos el insensato y soñador hombre que intenta luchar contra la indomable naturaleza.
Esta naturaleza, bajo la contemplación de Herzog, nos hace retroceder con su poder y nos ensombrece ya que no podemos luchar contra ella. Pero esta biósfera no se exhibe de erotismo ni belleza, sino de obscenidad e infamia, donde la fornicación, la estrangulación y la asfixia giran torno a ella y la cargan de sufrimiento. El sufrimiento de la supervivencia, donde los árboles sufren y los pájaros no cantan, chillan de dolor. Nuestro sufrimiento.
Aún así, al observar con lupa, la harmonía es patente y persiste. El asesinato colectivo y aplastante se convierte en un proceso ensamblado. Con estas fuertes palabras, Herzog manifiesta su amor más animal. La admiración que siente por la naturaleza es absoluta, admiración que siente en rivalidad de su criterio más racional.
-La naturaleza de Herzog-
En cuanto a premios, Herzog nunca ha parecido enzarzarse en la fama y la farándula cineasta, su poesía cinematográfica ha preferido apartarse de esos medios. Él mismo, felicitando Klaus Kinski, protagonista de “Aguirre, la cólera de Dios” y actor crucial en la carrera del director, citó textualmente:
“Nunca te hará falta un premio, un premio te compromete y te hace barato, te baja al nivel de esos medios y todo ese circo” En otra ocasión, hablando sobre el plano que arranca el film de “Aguirre, la cólera de Dios”, dijo: “Yo no quería un primer plano del Machu Pichu y su grandeza, así lo habría hecho Hollywood con ese paisaje, un fondo muy bonito para explotar la imagen, producto para postales o revistas. Yo deseaba un paisaje con características casi humanas.”
No obstante, las perlas siempre salen a flote y relucen, estén más o menos escondidas. Sus obras han ganado y han estado seleccionadas para varios premios. “Fitzcarraldo” se llevó el premio al mejor director en el Festival de Cannes de 1982. El Documental “Grizzly Man” ganó un premio en el festival de cine de Sundance en 2005 y muchas de sus películas, incluida “Aguirre, la cólera de Dios”, han sido reconocidas internacionalmente y consideradas obras maestras.
Su filmografía es bastante densa, pero sus trabajos más conocidos son: Aguirre, la cólera de Dios (1973), Nosferatu, fantasma de la noche (1979), Woyzeck (1978), Fitzcarraldo (1982), Cobra Verde (1988), Grizzly Man (2005), Rescue dawn (2007).
Sobre Klaus Kinski, actor que encarga al protagonista de “Aguirre, la cólera de Dios”, cabe anotar que ha sido uno de los más grandes y sorprendentes actores de Alemania del último siglo. Los lazos, o más bien, las espinas que quedaron clavadas entre él y Herzog, le arrastraron a ser reconocido en toda Europa.
Debutó en el cine en 1948, en el film Morituri y actuó en un gran número de películas, casi todas ellas de una pésima categoría, cosa que parecía hasta regocijarle, retozando en su propio fango. Llegó a decir: "Soy una prostituta. Hago esta basura por el dinero, nada más."
Sin embargo, hizo distintas apariciones donde demostró su asombrosa capacidad interpretativa, entre ellas, el famoso pentágono Herzog-Kinski: “Nosferatu, el vampiro”, “Aguirre, la cólera de Dios”, “Woyzeck”, “Fitzcarraldo” y “Cobra verde”.
El nombre de Klaus Kinski solía revolcarse con toda una serie adjetivos que salpicaban entorno a la insolencia, histeria, rabia, arrogancia, trastorno, soberbia y una lista cuyo fin no podría verse sobre papel. Sus interminables y llamativos ataques de rabia le hacían perder la razón y desatar a un Kinski azotador de mortales. El intenso y diabólico nervio del actor era indómito, hecho esencial en la relación que Herzog y Kinski mantuvieron. La rabiosa guerra que coexistía entre ellos estaba siempre al límite de lo posible, degenerando hasta tal punto, que una vez planearon matarse mutuamente.
-Furia de Kinski-
Aún así, el director confesó que se necesitaban mutuamente, eran complementarios e inseparables. Herzog era el único capaz de controlar su inflamable carácter y además, en beneficio propio. En ocasiones, Herzog le provocaba adrede para que berreara durante una hora y media, hasta que Kinski soltaba espuma blanca por la boca como una fuente de gaseosa humana y se le hincharan los ojos de ira.
En esos momentos, el director lo usaba para muchas escenas de “Aguirre, cólera de Dios” e ilustrar su perturbadora locura, no lucida por un rimbombante y rabioso traidor de la corona como Kinski proponía, sino por un Aguirre de tonos suaves y peligrosos, una ira calmada pero oscura y letal, una cólera de Dios.